CUSCO EN ROCK, AQUELLOS AÑOS 60…

CUSCO EN ROCK, AQUELLOS AÑOS 60…

Por Francisco León.

CUSCO EN ROCK, AQUELLOS AÑOS 60…

 Cerré el año pasado de la mejor manera, presentando mi libro Cusco a fines de los 60´s, una arqueología del rock y sus circundantes en la FIL 2023 de dicha ciudad.

La década del 60 cambió el mundo en diversos aspectos. Años de rebeldía, de hippismo, guerra de Vietnam, dictadura militar, búsqueda espiritual, misticismo y relanzamiento mundial de Cusco como una especie de Meca, el nuevo Tíbet de los hippies.

Los jóvenes cusqueños también sintieron el llamado de la época, y no pocos, decidieron vivir sus sueños e ideales.

Es que si bien, a nivel nacional, el rock nunca fue mayoritario, forma parte de la memoria sonora de varias generaciones, desde las primeras que crecieron con la llegada de la modernidad a la urbe y tuvieron patrones de consumo cultural diferentes a los de sus padres e hicieron suyo el rock y el mensaje que portaba.

Estudiar este fenómeno, cómo se dio en el Cusco, requería hablar de ciertas características propias que lo hacen muy valioso.

Lo primero que destaco, es la calidad excepcional de los solistas: Lucho Lastarria, Orlando Samanez, Guido Villegas, Georgina Quintanilla, etc. Solo por citar algunos.

Otro punto a mencionar es la lucha por un rock con identidad, que se entienda y tenga “sabor” a Perú.

Ello llegaría, en un primer intento, con Los Spectros que rescataron temas de Fox Incaico (“Cuando el indio llora” y “Ollantay”). Luego, El Trébol, casi los mismos integrantes, irían más lejos grabando canciones en quechua, “El viento pregunta por ti” y “El cóndor pasa”.

Encontrar y mostrar grupos como Los Dau Vodkas, Los Mades, ¡El Plasmah!, Grupo 70, Ella y Los Cinco, etc., es un gran aporte para los nuevos investigadores y músicos locales.

Recordar locales emblemáticos: el Grill del Hotel Ollanta, situado en la avenida el Sol, El Dinnos, en la calle Ayacucho, El Muki es un reencontrarse con los pasos ilusionados del ayer; ese que no vuelve, pero persiste en el recuerdo.

Finalizo diciendo que es el tiempo de contar la “otra historia”…  y que, para bien, muchos lo están entendiendo.