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Vida y Estilos

ALLEN GINSBERG EL PADRE ESPIRITUAL DEL HIPPISMO EN EL CUSCO

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Muchos de los que investigamos la década del sesenta y el hipismo nos hemos preguntado cuál fue el origen de este fenómeno planetario irrepetible. Como sucede en todo orden de cosas, incluida la religión, en el inicio hubo un hombre, un visionario. En este caso, fueron tres. La Trimurti de la cosmovisión hindú, la triple manifestación de un dios único. Ellos fueron: Allen Ginsberg, Jack Keruac y William Burroughs. Serían los guías espirituales, los viejos de la tribu, de la generación posterior que tomó sus escritos como si se tratara de la Biblia, el Corán o el Bhagavad Gita.

El 7 de octubre de 1955, el poeta Allen Ginsberg recordaría una noche definida por el mismo como la del “renacimiento espiritual de San Francisco”. La cual podría tomarse como el inicio del más completo rechazo a la cultura media estadounidense. La vanguardia de lo que posteriormente se denominaría Beat Generation se hallaba reunida en la Six Gallery de la calle Fillmore para una lectura organizada por Kenneth Rexroth, filósofo de tendencias anarquistas. Entre el público se encontraban Lawrence Ferlinghetti , Jack Kerouac, Neal Cassady y escuchaban a Michel Mc Clure, Phil Lamantia, Gary Snyder y Philip Walen. Esa noche Allen Ginsberg manifestó su memorable “Howl”, mejor conocido entre los beats como su “declaración de independencia”.

Los Beats habían roto el molde. El término Beat había “creado” por Kerouac: Se la escuche a un viejo negro en el sur, Beat, en un sentido aplastante de pobreza, dijo en una entrevista reproducida en el documental The Source. Ser beat era estar derrotado según los estándares oficiales. Pero el músico y poeta Ed Sanders tiene, en el documental mencionado, otras definiciones respecto al término: Tienes Beat como marcación rítmica, beat de beatitud. 

Cuando los rusos lanzaron el Sputnik, la gente comenzó a llamarlos beat-niks, puesto que estos barbudos que practicaban el amor libre, se drogaban con marihuana, psilocibina, trementina, cocaína, heroína, jarabe para la tos (marca preferida de esos años Romilar) dexedrina, metadrina, peyote, etc., no podían ser de este planeta.

Michel Mac Clure recuerda en el documental The Source: Aquella noche en la Six Gallery, una línea fue trazada tras escuchar Howl y nosotros decidimos que debíamos cruzarla. Al día siguiente, el dueño de la mítica librería City Ligth le preguntó a Ginsberg cuando estará listo el poema para ser publicado. La popularidad llegó naturalmente, coadyuvada por el juicio por inmoralidad que se inició contra Howl. Esto aumentó las ventas, durante y después del proceso.

Ginsberg alcanzó notoriedad mundial con su Aullido, una obra cumbre que se inicia con el clásico verso:

I saw the best minds of my generation destroyed by

madness, starving, hysterical, naked…

(Howl I)

He visto a las mejores mentes de mi generación destruidos por

la locura, famélicos, histéricos, desnudos…

Desde aquel momento, se convirtió en un paradigma. La representación de la ruptura total con el establishment. Hijo de la guerra fría, su búsqueda lo llevó a experimentar con todo lo que tuviera a su alcance. Años en que el free jazz era cosa de pocos y marginados. Gente que como él no quisieron Ajustar tuercas en una fábrica.  Experimentó con las “drogas mentales” que expandían la conciencia. Según Chester Anderson, historiador del rock, Ginsberg probó Peyote en 1951.

Tras la dedicatoria a Kerouac, Burroughs y Cassady y la mención de sus obras en Howl, Ginsberg expresa un anhelo trascendental y escribe: Todos estos libros están publicados en el cielo. Un poeta verdadero al que no movía el deseo de fama. Además, fue un artista comprometido con todas las cusas sociales que impliquen algún tipo de explotación del hombre por el hombre, de la naturaleza o los animales. Recordemos que practicó el vegetarianismo en muchas etapas de su vida.

EL HAMPUY DEL YAGE

Allen Ginsberg llegó el Perú en 1960, haciendo caso a la “invitación”, al hampuy[1], que le hiciera, siete años antes, William de Burroughs en una correspondencia luego publicada como The Yage Letters, (Yage: Ayahuasca). Ginsberg viajó a Chile para participar en el Encuentro de Escritores Americanos llevado a cabo en la Universidad de Concepción. Allí conoció al escritor peruano Sebastián Salazar Bondy, que en esos años era director del Instituto de Arte Contemporáneo (IAC), ubicado en el Jirón Ocoña. Bondy lo invita a dar una lectura en Lima. El poeta beat, de 33 años, no lo duda ni un instante. Era la oportunidad de iniciar su propio periplo iniciático para hallar la “liana de los muertos” de la que le hablara Burroughs. Además, podría conocer el nuevo Tíbet, el centro espiritual de la Era de Acuario: el Cusco. Y allí su centro más sagrado, la ciudadela de Machu Picchu. Allen era un místico y se adelantó, fue el pionero, del turismo de buscadores espirituales que inundaría la ciudad en esa misma década. Es por eso que no tomó un avión hacia la capital del Perú, pues el evento solo era una excusa, sino que viajó por tierra de Chile a Cusco. Arribó a la tierra del Sol un 21 de abril de 1960. Dicen que permaneció allí hospedado en la choza del guardián Julián Pereda, al que menciona en sus poemas.

El impacto de la ciudad sagrada de Machu Picchu quedó plasmado en las notas garabateadas en un pequeña libreta, luego publicadas, junto a otras, en el libro South American Journals: January-July 1960, en 2019.

Muchas veces a oscuras, en la choza de Peredo, Ginsberg compuso algunos poemas acerca del deslumbramiento que Machu Picchu produjo en su alma, pues como menciona en sus diarios: Después de haber visto esta maravilla con la que soñaba cuando era niño, también me estoy muriendo— un fantasma que ve los rastros y los huesos de un fantasma anterior de días eternos anteriores. Oscuridad. A continuación, un poema sin título:

Intiwatana, luna creciente, ciudad estrictamente en las nubes, —ahora sola por la noche— viviendo en una choza tomando café frío — el último sacerdote.

Allá arriba en la cueva está muy oscuro.

Los cuerpos incluso se han ido de las tumbas.

Más piedras para las langostas, Pompeya, Roma, Herculano, Cuma, Chichén Itzá, Uxmal, Palenque, Machu Picchu, han vivido en todas estas ciudades muertas.

Un conejo y una lagartija, y un perro blanco que ladra demasiado y la Cruz del Sur.

Ciempiés negros sobre las escaleras.

La proa de la montaña como un barco en la noche, esta ciudad.

De pie en la plataforma mirando hacia el oscuro foro a la tenue luz de la media luna, las formas de las casas y las terrazas medio invisibles —dirigidas a ellas—, ¿dónde estás ahora? ¿Con qué sueñas, con qué guerra?

El erudito medio loco inclinado sobre su cuaderno en la oscuridad dentro de 2000 años    —interrogando a los habitantes—. Esto lo hice con mi barba, descansando el libro en el balcón y mirándolo para escribir, luego mirando de lado, asustado, hacia los campos de abajo.

Si hubiera convocado a un fantasma para que me hablara, cosa que no hice por miedo, —en esa vasta oscuridad— y

¿Qué idioma hubiéramos hablado?

La soledad fantasmal —yo soy el rey de los muertos, en su antiguo trono— sentado 1000 años después dominando a estos fantasmas, interrogando en la luz de la luna tardía, desde la altura de la piedra del sacrificio.

Y las estrellas sobre la ciudad muerta, tan lejana — de repente en presencia del propio Universo.

MACHU PICCHU UN ENIGMA TALLADO EN PIEDRA

Sobre el origen de Machu Picchu se cierne el misterio. Desde autores que le atribuyen una génesis preinca a quienes aseguran que fue obra de seres de otro mundo, los antiguos wiracochas de la leyenda. Lugar de contacto. Observatorio. Poema lítico. Perfección y armonía. La historia oficial dice que la ciudadela fue edificada en tiempos del inca Pachacútec, el creador del imperio.

Menciona el historiador Luis E. Valcárcel en su libro Machu Picchu que uno de sus rasgos distintivos es la arquitectura, de reminiscencias Tiahuanaco. Esta libertad dada a los arquitectos estaría relacionada con el propósito, uso, de la ciudad. Es decir, como espacio dedicado a las más altas formas de religiosidad andina y lugar dedicado a venerar y recordar a los fundadores, los hermanos Ayar, Manco Cápac y Mama Ocllo, todos ellos provenientes, según los mitos, del lago Titicaca, a cuyo espejo de agua floreció Tiahuanaco. Un religarse, un monumento a la reconexión espiritual.

Así lo menciona el padre Calancha, uno de los cronistas, cuando asegura que:

«Era la ciudad más grande donde estaba la universidad de la idolatría y donde   vivían los profesores                   hechiceros y señores de las abominaciones».[2]

Durante año se tenía dudas acerca de la ubicación exacta de esta ciudad-santuario-universidad del saber ancestral y que tenía varias denominaciones. Continúa Valcárcel:

«Sus hermanos de congregación no lograron conocerla, porque se les permitió   acercarse solamente a sus contornos; de ahí que no transmitieran ninguna descripción   de tan importante sitio. Concluye Bingham: “Hasta que no podamos encontrar otra   ruina dentro de tres días de Pucuyra que corresponda a los requisitos de una “universidad de idolatría”, un centro religioso importante que contiene en general los   restos de mujeres y hombres afeminados, yo estoy inclinado a creer que tenemos en   Machu Picchu la Vilcabamba Vieja de la crónica de Calancha”.[3]

En la religiosidad andina la hoja de coca y su consumo cumplían un papel fundamental. Se le llama actualmente Chacchado, acullico y pijchu o picchu. ¿Tendrá alguna relación con el nombre de Machu Picchu y su función de “universidad” o aprendizaje de parte de los sacerdotes que conocían el uso sacro de la hoja? Así me lo aseguraron algunos chamanes cuando vivía en Cusco.

Ginsberg estaba obsesionado por dos temas relacionados, uno crea al otro, la muerte y la búsqueda de dios. Entendía, además, la función chamánica del poeta, como escribió el bardo Wallace Stevens the poet is a priest of the invisible. Es así que se dirigió en busca de ese mundo, no sensorial, que ascendió a la montaña primordial.

29 de abril

Después de un abundante desayuno, salí en un estado de ánimo alegre para escalar Machu Picchu propiamente dicho—ahora estoy hacia la cima del primer pico, contra un acantilado de la pared de roca en un banco de roca para contemplar a la brillante luz del sol las casas de juguete de los muertos. Con una extraña flor naranja y violeta en mi sombrero—colores que están en los extremos opuestos de la banda Arco Iris—naranja-verde-violeta.

Dos enormes cóndores marrones del tamaño de un pavo en el pico de Machu Picchu—uno dando vueltas navegando en las corrientes de aire mientras yo subía los escalones de piedra hacia la cima— ahora que subía a la última plataforma, vi este enorme color marrón pájaro pesado— todo marrón, con plumas suaves y suaves muy limpias, casi calvo pero peludo & no feo en el cuello & ojos & pico de color marrón oscuro— limpiando sus plumas del pecho con delicadeza de pájaro tembloroso & arrancando una maleza de flor roja cruda de la tierra pedregosa por sus raíces—me miró y no se movió. No me moví—me quedé en silencio, protegido por un bastón— y poco a poco comencé la actividad, dándome la vuelta para mirar la vista, hacia abajo en la ciudad de Picchu en forma de abanico, hacia el norte, y las terrazas clásicas en la cima de Hyuna— Ahora están de pie. A 10 pies de mí de cara al viento que les agita las plumas de sus alas derechas.

El futuro profeta tomó lecciones visuales, perceptivas, de los animales salvajes, la culebra, los cóndores, los ciempiés, las representaciones de loas tres componentes de la cosmovisión andina, Kay pacha, Ukhu pacha y Hanan pacha, se manifestaron para guiarlo rumbo a la iluminación.

«Qué demonios & qué Neals han gritado & asesinado en estas terrazas, qué Bills se hundió en sus ensueños olfateando a Huica, qué Peters jugando a la pelota en los escalones, qué Allens se inclinaron hacia adelante en el crepúsculo meditando ante las amas de casa incas que molían maíz, planeando cómo llegar a la parte superior del templo y obrar milagros, con una nueva carretera inca—de moda, a pesar de las autoridades que ordenaron cortar las piedras para las sanciones de la autoridad interior. El sol emerge por un instante con un resplandor dorado y los pájaros trinan en el monte. Y lo que las damas incas sorprendieron con mi vida sexual— y qué diferencia hizo, ahora que la ciudad desnuda de hombres & pequeñas moscas se mueven alrededor de mi mano».

Uno de los lugares más misteriosos de la ciudad-santuario se encuentra en cerro del Huayna Picchu, gemelo del Machu Picchu. Se trata del llamado “Templo de la Luna” o “Gran Caverna” según Hiram Bingham. Es una construcción subterránea, donde las rocas, como si hubiesen sido de arcilla en algún momento, encajan a la perfección con las formaciones naturales de las cuevas. Aún ahora la ciencia oficial no logra encontrar el “sentido” original de estas construcciones, sin embargo, atraen a los buscadores debido a su complejidad y la energía, la potencia que de ellas emana. Es por ello que Allen Ginsberg lo visitó, tras una ardua caminata, el primero de mayo.

«Al regresar del «Templo de la Luna» en el sendero boscoso, me senté & bebí cerveza —coca cola con el triste chófer de camisa a cuadros en su camino hacia abajo cuando yo regresaba. Me duelen los pies ahora, una hora después, sentado en un anodino escalón de montaña inca— contemplando la pequeña cresta arquetípica bordeada de escalones, que une Chico Picchu & Huyna Picchu, una pequeña pared delgada de roca que une las montañas, a través de la curva de la cual yo vi un arcoíris hace 2 días y hoy por última vez miré las ruinas de la ciudad de Machu Picchu».

[1] Llamado, ven, en quechua.

 

[2] VALCÁRCEL, Luis E. Machu Picchu, grupo Paramonga y Biblioteca Nacional del Perú. Lima. 1988. P. 88.

[3] Ídem.

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Escritor, poeta, editor, historiador, músico. Cursó estudios de literatura en la UBA (Universidad de Buenos Aires). Presidente de la asociación cultural Red Artística Salamanca (2001 -2015). Fundador de la revista literaria La City (2001 -2014). Promotor cultural.

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