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Sobre el oficio de gobernar en el Perú
Por Hernán Garrido-Lecca, ex ministro de Salud
Era el final de la tarde del 25 de febrero pasado y todo iba quedando listo en el Hospital Arzobispo Loayza para recibir una gran planta de oxígeno con capacidad de generar 144 M3/hora donada por Cía. de Minas Buenaventura. Solo unos pocos días antes, una conversación entre los señores Alex Gleiser de la SNI y Alejandro Hermoza de Buenaventura, había puesto en marcha esta operación. Nuestro glorioso Ejército del Perú venía cumpliendo con el cronograma de la misión con precisión suiza. El General de Ejército César Astudillo, un verdadero héroe en la guerra, había ahora asumido el compromiso de cumplir la misión encomendada en tiempos de paz. El convoy, compuesto por dos camas bajas y tres volquetes, llegaría al hospital al día siguiente y todo tenía que estar listo para la descarga y montaje de la planta. Un pesado tanque y otros equipos hacían un total de 35 TM e imponían la necesidad de una grúa con capacidad para 25 TM. Todos, absolutamente todos, en el emblemático Loayza sabían que nada podía fallar. El ambiente era tenso, pero cobijaba la esperanza de poder brindarle oxigeno y salvar la vida a cientos de peruanos. En eso, como siempre, lo inesperado:
-Doctor Velasco, tenemos un grave problema -dijo uno de los responsables de la logística de la operación de recepción de la planta.
– ¿Y ahora cuál es el problema? -contestó el Dr. Juan Carlos Velasco, Director del hospital.
– La grúa no pasa por la puerta y usted sabe que requerimos procesar un pequeño expediente para modificar el cerco perimétrico, demoler una porción y construir el nuevo…Y eso tomará unos días…
Velasco, un hombre de fe, con mística de servicio público y el mismo espíritu del General Astudillo para enfrentar al enemigo, miró a su equipo y dio la orden con coraje haciendo retumbar los viejos muros del edificio:
– ¡Tumben el muro, carajo!
El personal sonrió y corrió a cumplir la orden. Dentro de sí cada uno de esos hombres y mujeres sabía que eso era lo correcto y, en sus corazones, era exactamente lo que querían escuchar, pero sabían que era altamente improbable: sin embargo, el Dr. Velasco había respondido como el líder que ellos necesitaban ante esa situación.
Al amanecer del viernes 26 de febrero, la Ministra de Defensa Dra. Nuria Esparch, agradecía personalmente a la Brigada Multipropósito comandada por el Gral. Brig. EP Carlos Bojorquez, al Cdte. EP Oscar Chang y a los 16 hombres a su cargo, por el éxito de la misión: subir a Uchucchacua (Oyón), cargar y bajar con esa planta por una carretera con curvas cerradas en menos de 36 horas, no había sido nada fácil. La propia Ministra había intervenido para tumbar también un muro burocrático ordenando el inmediato suministro de combustible, que fue proporcionado por la Marina de Guerra del Perú. El Vicealmirante Luis José Polar había sido instrumental en esa decisión.
Finalmente, alrededor de las 6:35 AM de ese día, el convoy ingresó al Loayza, pasando al lado de los restos de la demolición de un pedazo del cerco perimétrico, que -a la manera de una instalación de arte moderno- servía de monumento al coraje de nuestros servidores públicos, militares y civiles: el Perú había vencido a la decidofobia, el miedo a decidir en quienes nos gobiernan, al verdadero enemigo del pueblo.
Monseñor Carlos Castillo y el Ing. Ricardo Márquez, Presidente de la SNI, ambos directivos de Respira Perú, que apoyó la misión cubriendo los gastos logísticos de descarga y montaje, escucharon al Ing. Roque Benavides, Presidente de Cía. de Minas Buenaventura, referirse a sus 12.000 colaboradores que trabajan en su gran mayoría entre los 3.500 y los 4.600 msnm y cómo esos hermanos mineros eran también parte de ese apoyo que la empresa brindaba al Perú. Mientras, el personal del hospital, algunos con lágrimas en los ojos, miraban con esperanza la planta. Escuché entonces a uno de ellos decirle a un colega a su lado: “Lo que no entiendo es por qué esto no lo hicimos antes”.
Esta es solo una historia de los verdaderos Héroes del Bicentenario. Aquí solo han quedado registrados algunos nombres, pero sépase que nuestros héroes son aquellos hombres y mujeres del personal de salud, de nuestras FFAA y PNP, nuestros empresarios y trabajadores del sector privado, nuestro clero y nuestro pueblo que no tienen miedo a tumbar muros -sean físicos, burocráticos o mentales- para derrotar al enemigo, ni en la guerra ni en la paz. Gobernar es decidir y el que no está dispuesto a enfrentar las consecuencias de sus decisiones, está en la obligación moral de hacerse a un lado. ¡Vivan esos nuestros héroes! ¡Viva el Perú, carajo!
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