Lo que nos deja el 2024 Congreso Nacional convertido en comedero de parásitos

¡Entre rojimios y caviares hay una guerra sin cuartel por el poder!

Hablar de la izquierda peruana es un tema muy complejo más aún cuando uno a conocido y tratado a personajes como Jorge del Prado, Isidoro Gamarra, Manuel Scorza, Laura Caller, Alfonso Barrantes, Henry Pease, Carlos Letts, Manuel Dammert,  Enrique Bernales, Javier Diez Canseco, Género Ledesma, Agustin Haya, Edmundo Murrugarra, por lo menos con ellos se podía conversar. Y ver ahora una tira de ignorantes  que sin saber leer ni escribir han llegado bajo el ropaje de izquierda a la presidencia de la República y al Congreso:NO manchen.

«Claro que la prensa vendida construyó la imagen del pobre profesor rural, que llegó a la presidencia de Perú por sorpresa y tras año y medio en el poder fue destituido y detenido por rebelión»

¿Perú Libre del «dinámico» Vladimir Cerron y Juntos por el Perú, de la secretaria de Nadine – Verónika Mendoza qué escribía la agenda- representan la verdadera esencia de la izquierda peruana? La pregunta es compleja. La izquierda peruana ha pasado por diversas mutaciones y crisis a lo largo de su historia, lo que ha llevado a una fragmentación y diversificación de sus expresiones políticas.

La década de 1980, esta izquierda experimentó un auge, pero también enfrentó una derrota estratégica por mezquindades que la llevó a una crisis profunda. Desde entonces, ha habido intentos de reorganización y renovación, pero también ha habido desafíos y contradicciones internas, por ambiciones políticas.

En este contexto, surgieron movimientos como Perú Libre y Juntos por el Perú, buscando representar una nueva forma de hacer política y de abordar los problemas del país. Sin embargo, es importante preguntarse si estos movimientos realmente representan la esencia de la izquierda peruana, o si más bien representan una nueva forma de populismo o de política clientelista o aventuras.

Para responder a esta pregunta, es necesario analizar las propuestas políticas y las prácticas de estos movimientos, y evaluar si se alinean con los principios y valores históricos de la izquierda peruana. También es importante considerar las opiniones y perspectivas de diferentes actores políticos y sociales, y de la ciudadanía en general.

1. Siempre se recurre a la historia que con dos vertientes políticas principales, representadas por el Partido Socialista Italiano–PSI y el Partido Comunista Italiano–PCI, la izquierda italiana logró convertirse en una de las más originales e influyentes de Europa, tanto en términos políticos como teóricos, sobre todo después de la Segunda Guerra Mundial. La experiencia de la izquierda peruana, por su parte, muestra la formación de una poderosa fuerza de cambio, que entre las décadas de 1970 y 1980 enfrentó el reto de lograr su unidad política, con vistas a alcanzar el gobierno.

2. Las circunstancias de ese momento histórico condujeron a la izquierda hacia un destino diferente: envueltos en una noción antidemocrática de la política en el interior de sus filas, sus distintos partidos ahondaron sus diferencias en el preciso momento en que alcanzaban su mayor fortaleza, haciendo imposible el logro de la unidad para alcanzar el poder por la vía democrática. Esto ocurrió en dos coyunturas decisivas: a fines de las décadas de 1970 y 1980, con las experiencias de la Alianza Revolucionaria de Izquierda (ARI) y la Izquierda Unida (IU), respectivamente. En ambos momentos, la posibilidad de articular un bloque político y social con capacidad de llegar al gobierno se vio frustrada debido a las propias debilidades internas de la constelación de partidos convocados a la unidad.

3. Las deficiencias de conducción política, ligadas al caudillismo, autoritarismo y la completa carencia de aprendizaje democrático propio de los partidos y otras agrupaciones —tales como los sindicatos bajo su mando— condujeron a la izquierda hacia una paulatina separación respecto de sus bases sociales populares.

Es verdad que la izquierda peruana sí se inspiró en las herencias político-intelectuales de Gramsci y Mariátegui, aunque con matices y adaptaciones a la realidad peruana. La influencia de Gramsci se reflejó en la importancia que se le dio a la lucha ideológica y la construcción de una hegemonía cultural y política. Por otro lado, Mariátegui fue una figura clave en la formación de la izquierda peruana, ya que su pensamiento se centró en la necesidad de una revolución social y la importancia de la lucha de clases.

Decía Saint Exupéry: «Si quieres construir un barco, no empieces por buscar madera, cortar tablas o distribuir el trabajo, sino que primero has de evocar en los hombres el anhelo por el mar». La refundación de la izquierda no pasa hoy por reunirse en torno a una marca electoral golpeada, sino por evocar ese anhelo de mar. Si quieres construir el socialismo, no empieces por buscar un partido, ganar concejales o negociar puestos (cosas importantes), sino que primero has de evocar en los hombres el anhelo por la emancipación. Es, una vez más, hora de ideas y pedagogías.

También es cierto que la izquierda peruana e italiana compartieron la capacidad de representar y movilizar un amplio espectro político y social. Ambas lograron articular un bloque político-social que incluía partidos políticos, sindicatos, movimientos sociales y sectores artísticos e intelectuales. Esto se reflejó en la capacidad de la izquierda para atraer a intelectuales y artistas, quienes vieron en la izquierda una forma de comprometerse con la justicia social y la transformación política.

Sin embargo, también es importante destacar que la izquierda peruana enfrentó desafíos y crisis, especialmente en las décadas de 1990 y 2000. La crisis de la izquierda peruana se debió en parte a la falta de una estrategia clara y a la fragmentación interna. A pesar de esto, la izquierda peruana sigue siendo una fuerza política importante en el país.

No creo en milagros, después de los últimos 20 años malgastados con gobiernos rojimios camaleones y sacudirnos de estas lacras con representación parlamentaria inepta y corrupta, impuesta por la socialconfusa masa electoral acostumbrada a votar con los ojos cerrados como analfabetos políticos  en vez de VOTAR CON LOS SESOS.