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La suerte de envejecer bien, aprendizaje que debemos realizar

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la dimensión positiva del envejecimiento y la vejez es un aprendizaje que todos debemos realizar

En el Perú hay más de dos millones de adultos mayores, personas que superan los 65 años y esta cifra aumentará en los próximos cinco años. Pero eso no es todo, gran parte de esos dos millones y medio de adultos mayores que serán en el 2017 serán ancianos desprotegidos ya que esta generación de adultos mayores tuvieron la desdicha de atravesar por una etapa política nefasta en 1992 cuando siete millones de trabajadores quedaron en la informalidad laboral. Muchos de ellos tenían en aquella época más de cuarenta años, población que hoy conforman legiones de jubilados sin derecho a pensión, puesto que nunca más fueron tomados como trabajadores formales y por lo tanto no cumplieron con los años de aporte.

Esta patética realidad se ve en las calles, en las familias que han adoptado a los nuevos ancianos como una carga pesada y costosa, originándose un grave problema para la sociedad nacional. Esta introducción se realiza para presentar un reciente informe preparado por  Silvio Aristizábal Giraldo publicado en la Red  Latinoamericana de Gerontología, que por cierto el Perú no está suscrito (lástima) y que toca esta lacerante realidad de otros países como Colombina. La reflexión es que en el Perú no estamos preparados ante esta grave situación por la que atraviesan ya nuestros queridos ancianos. Algo se debe hacer y pronto, más allá de una pensión de gracia que no cubre las falencias creadas por un sistema democrático engañoso, falto de moral para con los adultos mayores. Veamos la nota:

Los aeropuertos son lugares donde se experimentan emociones contradictoras: el dolor de las despedidas y la alegría de los encuentros. Pero también son lugares tediosos por la espera a que nos vemos sometidos con frecuencia. En estas ocasiones molestas uno de los refugios, al menos para mí, son las librerías, en las que a veces, sin pensarlo, encontramos gratas sorpresas. Me sucedió hace unos días mientras esperaba, en el aeropuerto de Bogotá, la llegada de un pariente. Entré a una librería y en uno de los estantes vi un libro titulado La suerte de envejecer bien (Plataforma, Barcelona, 2009).

Debo confesar que, en un país como Colombia, donde los libros son muy caros, lo primero que me llamó la atención fue el precio del ejemplar. De ahí que, antes de comprarlo, debí confirmar, con una de las vendedoras, si no se trataba de un error.

La prolongada espera me sirvió para ojear y hojear el libro y leer buena parte de sus más de 200 páginas. La autora del libro es Marie de Hennezel, francesa, psicóloga y psicoterapeuta. Una mujer mayor de 60 años, que ha dedicado gran parte de su vida profesional al acompañamiento de enfermos terminales, y ha participado en su país en el diseño de políticas públicas relacionadas con este tema. Aunque las condiciones de vida de la población en Francia son distintas de América Latina, bien vale la pena traer a colación algunas de las ideas desarrolladas por la autora:

El envejecimiento poblacional es una verdad incuestionable: según la Organización Mundial de la Salud (OMS), para el 2050, por cada niño que haya en el mundo habrá tres personas mayores de 60 años. Pero, además: cada vez la longevidad será mayor y aumentará el número de personas con edades que superen los 85, 90 y 100 años. Por esta razón, tener hoy 60 años es apenas el comienzo de la vejez y es necesario que las personas se preparen para afrontar las consecuencias de una vejez prolongada. “Cómo podremos aceptar la soledad si no hemos aprendido a estar bien con nosotros mismos, tranquilos, reconciliados con nuestras vidas y nuestro entorno?”

Vivimos en una época en la que los valores principales se relacionan con la juventud. Una época en la que ser viejo es el peor de los desastres. “Nuestra sociedad nos prohíbe envejecer. Nos exige mantenernos jóvenes el máximo tiempo posible”. En consecuencia nos resistimos a envejecer, nos aferramos a la juventud, “renunciamos a mirarnos a nosotros mismos” y omitimos el trabajo de asumir “con una conciencia feliz el paso del tiempo y la vejez”.

A medida que las personas envejecen, sienten miedo de convertirse en una carga para su familia, lo que es una posibilidad que aumenta cada día: “El anciano consume cuidados”, “sufre múltiples males” a veces crónicos. Demanda asistencia domiciliaria o alojamiento en una institución, servicios que cada vez son más costosos. Si esto sucede en Francia, donde la seguridad social tiene una amplia cobertura, ¿qué podemos esperar en países como Colombia, donde solo el 20% de los mayores de 60 años tiene una pensión de jubilación y donde los ingresos de la mayoría de las familias a duras penas les alcanzan para sobrevivir?

Si por una parte envejecer es un naufragio por las amenazas que se ciernen sobre la vejez, si la vejez tiene un “lado infame” también tiene su cara positiva. Descubrir la dimensión positiva del envejecimiento y la vejez es un aprendizaje que todos debemos realizar. Hennezel cita el caso de la isla de Okinawa en el Japón, denominada región de la longevidad por la OMS, por la cantidad de mayores de 100 años que viven allí. Los estudios que se han hecho sobre el caso, señalan la importancia del clima, el tipo de alimentación y los hábitos de consumo, pero subrayan la existencia de otros factores, tales como: “una alta conciencia espiritual, mantenida con prácticas como la meditación, la atención al presente, una voluntad de sentirse positivos ante los problemas”, dinamismo, energía y, por sobre todo la participación en la vida de la comunidad y el yuimahru o espíritu de ayuda mutua.

Hennezel se incluye en la generación de los baby-boomers (quienes han llegado a los 60 años) una generación a la que corresponde “inventar un nuevo arte de envejecer… sin volverse viejo”. La pregunta que debemos hacer a la autora es: ¿por qué pensar en el envejecimiento y la vejez solo a partir de los 60?, ¿acaso el envejecimiento no es un proceso inherente al transcurso de la vida?

La suerte de envejecer bien, un libro que vale la pena leer.

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