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La IZQUIERDA CORRUPTA de LATINOAMÉRICA
Comunistas hambreadores…
«La derecha en América Latina trató por años de disuadir a la gente de votar por la izquierda acusándola de comunista, pero esta táctica dejó de funcionar y abrió las puertas a fasinerosos aventureros y oportunistas que al llegar al poder se olvidaron de sus promesas, todos de una u otra forma son iguales de corruptos».
Cuántas veces hemos visto, oído repetidas ocasionas, la frase «votar por el mal menor«, «elegir entre el cáncer o el sida«, «el candidato del cambio«, «No más pobres en un país rico» u otra frases de cliché que generan alguna esperanza entre los más pobres o más cojudos.
El desempleo y el hambre son poderosos, tanto que los votantes sólo piensan aliviar su precaria o misera situación, no les interesa los fracasos del socialismo del siglo XXI: Cuba, Brasil, Nicaragua, Bolivia, Venezuela, Argentina, Perú, Colombia, etc golpeados por la crisis económica y social y esto no se puede ocultar; es obvio que Castro, Lula, Chávez, Morales, Ortega, pregoneron llamarse gobierno de izquierda y se hicieron con el poder en sus países. Claro que algunos lo eran y tenían una larga historia de luchas sociales, sindicales, otros, recién llegados como invitados por el partido, simplemente entendieron que, tras los desastres económicos y sociales de la década neoliberal, nada funcionaría mejor que presentarse como adalides de una cierta izquierda. Pero las proclamas y la realidad fueron muy distintas: del dicho al lecho, hay mucho trecho.
La discusión, como cualquiera que valga la pena, es complicada: habría que empezar por acordar qué significa “izquierda”. Es un debate centenario y sus meandros ocupan bibliotecas, pero quizá podamos encontrar un mínimo común: aceptar que una política de izquierda implica, por lo menos, que el Estado, como instrumento político de la sociedad, trabaje para garantizar que todos sus integrantes tengan la comida, salud, educación, vivienda y seguridad que necesitan. Y que intente repartir la riqueza para reducir la desigualdad social y económica a sus mínimos posibles: pero esto jamás se hizo…
En ningun país se cumplió las promesas del cambio y crecimiento. Pero creer y hablar es relativamente fácil. Por eso, para empezar a pensar la cuestión, importa revisar los resultados alarmantes que intentan mostrar qué hay más allá del populismo de esta izquierda miserable. Cada país es un mundo distinto, pero el lugar es común: el fracaso. Que de una u otra forma permite a sus opositores del establishment tener a quien acusar, de quien diferenciarse, desprestigiar y desactivar, por quién sabe cuánto tiempo, cualquier proyecto de izquierda verdadera.
Ni reparto de riquezas ni asistencialismo, quizás allí también se vea la diferencia entre el reparto de la riqueza que llevaría adelante un gobierno de izquierda y el asistencialismo clientelar que emprendió éste. Quizás entonces se entienda por qué, mientras algunos de estos gobiernos se reclamaban de izquierda, sus propios teóricos solían llamarlos populistas, una tendencia que la izquierda siempre denunció, convencida de que era una forma de desviar los reclamos populares: tranquilizar a los más desfavorecidos con limosnas —subsidios, asignaciones— que los vuelven más y más dependientes del partido que gobierna: cojudearon y se burlaron del pueblo.
Pero el lugar común pretende que lo que fracasó fue la izquierda –y eso les sirve a casi todos. A aquellos gobiernos, queda dicho, o a sus restos, para legitimarse. Y a sus opositores del establishment para tener a quien acusar, de quien diferenciarse, y para desprestigiar y desactivar, por quién sabe cuánto tiempo, cualquier proyecto de izquierda verdadera.
El comunismo significa muerte, y los muertos no pasan hambre
El Socialismo del siglo XXI en los países donde se ha implementado se opone al éxito de la productividad, y la creatividad en el trabajo donde lo más esencial es producir para alimentar al pueblo. Todo esto en esos regímenes totalitarios como Cuba, Nicaragua, Venezuela, etc crean perversas distorsiones sociales propiciadas por la falta de estímulo al trabajo y la producción, crean tasas bajísimas de crecimiento, ya que la situación económica en los países de izquierda como quedó demostrado en el socialismo real del siglo XX, es siniestro y contrario al progreso.
De toda esta gama de izquierdistas que fueron presidentes en América Latina, algunos aguardaron su oportunidad durante años, con trayectorias que incluyeron desde cárcel hasta sucesivas derrotas electorales. Fidel Castro, era hijo de terrateniente, Cristina Fernández una exitosa abogada, no eran pelagatos. Lula fue antes dirigente sindical y fue preso en 1980 por incitar a una huelga durante el régimen militar brasileño. Llegó al poder tras años de búsqueda.
Andrés Manuel López Obrador fue elegido presidente de México recién el año pasado, en su tercer intento. Luiz Inácio Lula da Silva alcanzó el poder de Brasil en su cuarta postulación, en 2002. Mujica estuvo 14 años encarcelado y fue torturado por los militares que gobernaban Uruguay, por ser guerrillero tupamaro. Morales fue detenido como dirigente cocalero años antes de volverse el primer presidente indígena de Bolivia.
Hugo Chavez, un militar inculto que los rusos captaron, se lo llevaron a Moscú y bebió el socialismo para extender al máximo al antiUSA en Sudamérica. Es el peor de todos destruyó Venezuela. Lopez Obrador, antes de ser presidente ya tenía camionetas de lujo con escoltas porque era aliado del cartel. Petro (el cacas) antes de ser presidente era guerrillero, ilusionó a la clase obrera con promesas que nunca cumplió.
Daniel Ortega, dictador y lo acusan de haber acabado con la institucionalidad y de utilizar el Estado y la cooperación venezolana como fuentes inagotables de recursos para su enriquecimiento y el de su familia. Rafael Correa se vinculó al escándalo de Odebrecht después de la condena contra Jorge Glas, quien fuera su vicepresidente desde 2013 hasta 2017. La investigación contra Correa se presenta por supuesta “delincuencia organizada”… en el Perú también Toledo, Humala, PPK dijeron que eran socialistas, terminaron como corruptos. Después dos impresentables que llegaron al poder por casualidad: Pedro Castillo y Dina Boluarte.
Ese largo y sinuoso camino al poder hizo que varios de ellos fueran vistos como única opción de liderazgo en la izquierda, señalan analistas. Se lo hayan propuesto o no, se volvieron como aquellos árboles donde nada crece a su sombra.
¿Se puede definir “de izquierda” a un grupo de personas que roban millones y millones de dineros públicos para su disfrute personal? Ni detenerse en la locura personalista que hace que estos gobernantes identifiquen sus políticas consigo mismos. ¿Se puede definir “de izquierda” a una persona que desprecia tanto a las demás personas como para creerse indispensable, irreemplazable?
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