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Ex premier Aníbal Torres admira a Hitler porque lo considera un auténtico socialista

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No es extraño que Aníbal Torres elogie y use de ejemplo a Adolfo Hitler “por convertir a Alemania en primera potencia” Pero hay otro sector de la izquierda hipócrita que lo tildan de extrema derecha?
1. En medio de la crisis económica y política en Alemania, el nazismo proponía la idea de una «revolución social», pero solo para los «arios», lo que debe quedar claro es que el socialismo – comunismo, es una ideología de izquierda hermana del nazismo.
2. La confusión: «Tanto el nazismo alemán como el fascismo italiano surgen después de la Primera Guerra Mundial, y van contra el socialismo marxista -que había sido victorioso en Rusia en la revolución de octubre de 1917-, pero también contra el capitalismo liberal que existía en la época, » afirma Denise Rollemberg, profesora de Historia Contemporánea de la Universidad Federal Fluminense (UFF).
3. Por eso existe esa confusión: «No era que el nazismo fuera de izquierda, pero tenía un punto de vista crítico en relación al capitalismo que era común a la crítica que el socialismo marxista también hacía.
4. La ideología nacional-socialista fue un producto de teorías políticas anteriores que también habían dado origen al fascismo, un movimiento político difundido en Italia algunos años antes que los nazis llegaran al poder en Alemania. El nazismo combinó las ideas del antisemitismo racial (los judíos son inferiores en virtud de su raza o conformación genética), del darwinismo social (ciertos individuos o grupos étnicos son dominantes debido a su inherente superioridad genética) y del Lebensraum (la noción de que los alemanes necesitaban un mayor «espacio vital», o sea más territorio, especialmente en Europa oriental).
5. El nazismo también abrazó un antibolchevismo total, y exigió venganza contra aquellos, especialmente judíos que, supuestamente, habían asestado a Alemania una «puñalada por la espalda» (Dolchstoss, es decir, habían «traicionado» a Alemania durante la Primera Guerra Mundial y provocado su derrota. 

Si todo es así, entonces porque la izquierda sigue deformarmando la historia? Emmanuel Rincón una vez más les recuerda los orígenes del NACIONAL SOCIALISMO (nazismo):

Existen dos argumentos principales que arguye la izquierda internacional y sus medios para declarar al fascismo y al nazismo como movimientos de “ultraderecha”, el primero de ellos es que Hitler y Mussolini lucharon contra los comunistas y socialistas, lo cual es completamente cierto, pero como hemos venido explicando, no se debe a que unos fueran de derecha y otros de izquierda, sino precisamente a visiones encontradas de socialismo, por una parte los bolcheviques a través del Comintern querían internacionalizar su movimiento, y Hitler y Mussolini creían en un socialismo nacionalista y autárquico por motivos raciales; además de esto, y aunque pueda sonar descabellado, Hitler consideraba que él representaba el auténtico socialismo, y que los marxistas eran representantes del más vil capitalismo internacional dominado por los judíos; es decir, para Hitler, el marxismo era capitalista, y ni qué decir de la socialdemocracia. 

A lo largo de ese ensayo llamado “Mein Kampf”, que posteriormente daría vida al movimiento nazi, el padre del nacionalsocialismo alemán, Adolf Hitler, en numerosas ocasiones refiere que Karl Marx era una simple herramienta del judaísmo internacional capitalista, por lo que él consideraba que su movimiento debía atraer a todos los simpatizantes de la extrema izquierda, los cuáles eran su público objetivo: 

“La fuente en la cual nuestro naciente movimiento deberá reclutar a sus adeptos será, pues, en primer término, la masa obrera. La misión de nuestro movimiento en este orden consistirá en arrancar al obrero alemán de la utopía del internacionalismo, libertarle de su miseria social y redimirle del triste medio cultural en que vive, para convertirle en un valioso factor de unidad, animado de sentimientos nacionales y de una voluntad igualmente nacional en el conjunto de nuestro pueblo (…).”  “El hecho de que en la actualidad millones de hombres sientan íntimamente el deseo de un cambio radical de las condiciones existentes, prueba la profunda decepción que domina en ellos. Testigos de ese hondo descontento son sin duda los indiferentes en los torneos electorales y también los muchos que se inclinan a militar en las fanáticas filas de la extrema izquierda. Y es precisamente a éstos a quienes tiene, sobre todo, que dirigirse nuestro joven movimiento”. 

Y el segundo argumento utilizado es que los nazis “defendían la propiedad privada”, lo cual es completamente falso. Tal y como ocurrió con la Italia fascista, Hitler permitió la subsistencia de la “empresa privada” con la condición sine qua nonde que la misma se abocara a producir por y para el Estado.  

En ese sentido existía en la Alemania Nazi un Betriebsführer, quién fungía como líder o dueño de la fábrica o comercio, junto a los Gefolgschaft, que representaban la masa obrera; pero estos debían subordinarse bajo el principio del Führerprinzip, según el cual las empresas debían funcionar bajo principios jerárquicos igual a la rama militar en orden ascendente, brindando obediencia absoluta, donde por supuesto, Hitler era la cabeza. Para este fin el Führer designaba un Gauleiter, el cuál era una especie de líder zonal al cual los Betriebsführerdebían obedecer; era el Gauleiter bajo las supervisión de Hitler quién determinaba qué iban a producir las empresa, cuánto, cómo, de qué forma se distribuiría, cuál era el salario que ganarían los trabajadores, cuál era el horario de trabajo, incluso determinaban los precios que se cobrarían y la estructuración entera de todas las compañías.  El empresario o patrono solo era una representación nominal del propietario, pero era el Estado nazi quien disponía de la posesión de los medios de producción, pues eran ellos quienes ejercían los poderes sustantivos de propiedad, a los cuales además le sustraía las ganancias via impuesto.

El economista Ludwig von Mises los clasificaba de la siguiente manera: “La posición de los supuestos propietarios privados, se reducía esencialmente a la de pensionistas del gobierno”. 

En el año 1935 se desarrolló un debate sobre economía en el ambito del partido nazi, por un lado se encontraba Hjalmar Schacht junto a Friedrich Goerdeler, quién se encargaba del control de precios y le advertían a Hitler que debían abandonar el proteccionismo, reducir la intervención económica, abandonar el proyecto autarquico y por supuesto, abogar medidas de libre mercado; su contrincante era Hermann Goring, quien era partidario de continuar por la senda actual, al final, Hitler escuchó a Goring, por lo que Schacht renunció, y el partido nazi continuó promoviendo un estatismo controlador ferrero hasta sus últimos días. 

Basicamente Hitler aplicó una especie de keynesianismo militar, con el que la inversión pública y el gasto se dispararon gracias a los bonos Mefo, la cuál era una empresa fantasma que fungía como intermediaria entre las empresas de armamento y el Estado nazi, junto a las provisiones que brindaban los botines de guerra; el sobreendudamiento y la impresión monetaria descontrolada para financiar obras generó una burbuja de prosperidad momentánea en la cuál se construyeron autopistas, ferrocarriles, presas hidroelectricas, se fabricó el Volkswagen (el auto del pueblo), se financió el “Estado de Bienestar nazi”, y por supuesto, se consolidó la industria armamentista. 

En estas dos falacias, en las que Hitler combatió al comunismo por ser de derecha, y que apoyó a la empresa privada, se construye el mito del nacionalsocialismo como un referente de “ultraderecha”, pero no se queda allí, afortunadamente para los que queremos evaluar objetivamente la historia, Adolf Hitler escribió un libro que inmortalizó su pensamiento, y esto no puede ser alterado, en él, uno de los más grandes asesinos de la historia dejó frases como: 
“Lo colectivo prima sobre lo individual”. 
“La posteridad olvida a los hombres que laboraron únicamente en provecho propio y glorifica a los héroes que renunciaron a la felicidad personal.” 
“Si uno se preguntase, cuáles son en realidad las fuerzas que crean o que, por lo menos, sostienen un Estado, se podría, resumiendo, formular el siguiente concepto: Espíritu y voluntad de sacrificio del individuo en pro de la colectividad. Que estas virtudes nada tienen de común con la economía, fluye de la sencilla consideración de que el hombre jamás va hasta el sacrificio por esta última, es decir, que no se muere por negocios, pero sí por ideales”. 

En ese sentido queda totalmente claro que Hitler no creía en el individuo, y que consideraba que lo colectivo debía estar siempre por encima de lo individual, un principio básico del más puro marxismo, solo que tal como hemos venido aclarando, el padre del nazismo consideraba que el marxismo, junto a la socialdemocracia obedecía descabelladamente a los intereses del capitalismo internacional, tal como afirma en “Mein Kampf” durante lo que él da a conocer como Las causas del desastre…

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