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AMÉRICA LATINA y Las LECCIONES del PASADO
Por José Antonio Torres Iriarte
América Latina en la década de los ochenta, fue afectada por la «crisis de la deuda» que se expresó en la cesación de pagos del servicio de la deuda externa por parte del gobierno de México en 1982, en un contexto de sobreendeudamiento en la década anterior, el financiamiento del gasto público con créditos internacionales e incluso carreras armamentistas impulsadas por las dictaduras militares que gobernaron en la mayoría de países de la región; a lo que se sumo el alza de las tasas de interés en los mercados internacionales.
La crisis regional, se manifestó con procesos inflacionarios, caída del P.B.I. y aumento del desempleo. En los años 80 sólo Costa Rica y Chile tuvieron índices de crecimiento del 1 %. En los años 90 en la región latinoamericana, bajo el auspicio de organismos internacionales, como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional; países como el Perú ejecutaron políticas de ajuste, bajo las grandes directrices del llamado «Consenso de Washington»; en un contexto internacional de crecimiento de las inversiones y expansión de la economía.
América Latina necesita de institucionalidad democrática
Más allá de estabilidad económica, América Latina necesita de institucionalidad democrática, que debe expresarse en gobiernos elegidos en comicios libres, el respeto a la separación de poderes; a ello debe agregarse que todos debemos entender que el debate político e ideológico, no puede ser soslayado, más aún cuando el neomarxismo en los últimos 20 años se expresa en los movimientos sociales y partidos políticos adscritos al llamado «socialismo del siglo XXI», el Foro de Sao Paulo y el Grupo de Puebla.
En un contexto de globalización e integración de mercados, E.E.U.U. y la Unión Europea, han cedido parte de su peso en la economía mundial al Asia Pacífico y a economías como la de la República Popular China y la India; mientras que América Latina sigue siendo sobre todo productora de materias primas y va quedando rezagada en la gran revolución que impulsan los innovadores y las empresas tecnológicas globales.
La crisis generada por el Covid 19, no tiene plazo de caducidad o vencimiento, ha afectado frontalmente la economía global, poniendo a prueba la capacidad de gestión de los gobiernos, demostrando que la cooperación internacional es insuficiente en recursos y exhibe magros resultados. La Unión Europea sufre el alza del precio de la energía y del desabastecimiento, en momentos que crece la resistencia a vacunarse, por parte de un sector de la población.
EE.UU. con un liderazgo débil
Estados Unidos sumido en una crisis inflacionaria, con un liderazgo débil por parte de Biden frente a la vocación expansionista de Vladimir Putin y el neo imperialismo puesto en marcha por el Partido Comunista de la República Popular China, son apenas una pincelada del escenario internacional.
América Latina necesita definir sus aspiraciones, afirmando su vocación por la libertad frente a la amenaza totalitaria, que países como Rusia y China no tienen reparo en promover, bajo políticas de crédito internacional, grandes proyectos de infraestructura, asesoría en sectores como la Defensa Nacional y apoyo explícito a gobiernos dictatoriales.
El gobierno de Putin afianza sus lazos con Nicolás Maduro y el gobierno de la República Popular China no sólo es un socio comercial importante, sino un inversionista en grandes proyectos de infraestructura, ante el declive de las empresas brasileñas sumidas en escándalos por corrupción.
América Latina debe integrarse mejor a los mercados internacionales, los Tratados de Libre Comercio son un instrumento válido, como la Alianza del Pacífico es una apuesta de integración apoyada en la diplomacia presidencial, alejada de los burocratismos propios de la CAN y el MERCOSUR.
La región debe reducir la pobreza, aumentar el valor de sus exportaciones, ser destino de nuevas inversiones y compartir una visión que deje atrás toda clase de dictaduras y ponga fin a la mentira, la demagogia irresponsable, que cree que el voluntarismo político supera siempre al realismo de las cifras.
No es posible reducir la pobreza, desdeñando el crecimiento económico. Retomemos el debate político e ideológico; para educar y convencer a las nuevas generaciones latinoamericanas, de que en la búsqueda de un mundo mejor, no tiene sentido sacrificar la libertad.