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Cabeza arriba y mirada al frente
Duele ganar y no alcanzar. Lastimosamente era el precio que debíamos pagar al no depender de nosotros mismos y sucedió. En los mejores noventa y tres minutos de Perú en el hexagonal final del Sudamericano hacemos nuestra parte sin que eso logre ser suficiente.
En un inicio Uruguay encontró muy rápido el gol, a tan sólo 6 minutos de haber empezado el partido. El equipo peruano intentaba y con el correr de los minutos se acercaba. En el balance de juego del primer tiempo éramos más que los charrúas y Perú no lo capitalizaba. Estabamos por irnos al descanso en desventaja en el marcador, hasta que, el predestinado Pinto encara e intenta llegar hasta la línea de fondo para sacar el centro y el defensor uruguayo lo toca dentro del área grande. El juez compró la falta y pito penal para los nuestros. Era importante llegar motivados al vestuario en el entretiempo, replantear y salir con otro ánimo, sin que te cueste hacer el primer gol, que suele ser lo más difícil en un partido en el que había la clasificación a un mundial en juego. El equipo se había llenado de confianza. Sometieron a Uruguay los últimos diez minutos de la primera mitad y el gol se caía de maduro. En esa búsqueda de hacer lo que sabemos fuimos los mejores en el campo-por momentos- y había que hacerlo sentir.
Una vez iniciado el complemento, nada pudo ser mejor. Otra vez Pinto, el habilidoso volante peruano, supera en velocidad a su marcador, consigue una falta que la canjea por un gol desde los doce pasos con una dosis de suspenso y hace estallar las tribunas del San Marcos. El partido cada vez se hacía más largo. La ansiedad y los nervios consumían con mayor rapidez el resto físico de los jugadores. Los celestes en la segunda mitad habían crecido en juego y Perú le hacía partido. Nadie daba un balón por perdido: se luchaba más de lo que se jugaba. El empate uruguayo en el minuto 86 parecía acabar con toda esperanza hasta que, en la última jugada del partido, Llontop, el lateral zurdo blanquirrojo, con una tranquilidad poco usual en el momento más caliente, cabecea el balón contra el piso para hacer dudar al portero uruguayo, logra envolver la pelota en las redes y le da el triunfo a Perú.
Si bien horas después y ya con la jornada finalizada pasó lo impensado, en cuanto a resultados, de nada sirve señalar y buscar culpables. Ayer tocó llorar y es lo normal. La revancha empezó desde que todo acabó. Nada que reprochar y mucho por admirar. Tristeza es lo que ahora ellos sienten, pero todos sentimos la alegría de que jugadores así nos representen.