Opinión
Haya de la Torre y la persistencia de los marxistas sobre su dogmático concepto de la lucha de clases
Mi buen amigo y colega Edwin Sarmiento en su post hace una narrativa de Cuba el paraíso isleño con más ritmo caribeño; música, baile y sobre todo de su inigualable son cubano, una mezcla de canto y danza típico de la isla que ha traspasado fronteras. Reseña de bares y rincones perdidos. Sus playas casi vírgenes, el eterno verano de Cuba, la calidez de su gente, hospitalidad y frescura, etc etc.
Y yo con mi buen corazón, opiné que Lucanas había llegado a La Habana, pero a la zona para turistas, que no había visto la otra cara de Cuba de extrema pobreza, que avergüenza al comunismo. Pero, como siempre no faltan los sobones, los oportunistas para descalificar con odio las opiniones de otros, contesto.
El tema mio no apunta a despotricar de Cuba la bella, sino de su política: nada es lo que parece, todo es una farsa. La Revolución cubana lanzó su campaña de proyección en el extranjero casi inmediatamente después de que Fidel Castro llegó a La Habana el 8 de enero de 1959. Desde entonces, este esfuerzo no ha cesado. En abril de ese año, una pequeña invasión por parte de insurgentes panameños entrenados por cubanos y sus asesores en la isla llegaron a Panamá con la intención de derrocar al gobierno del presidente Ernesto de la Guardia. En junio de 1959, otra fuerza expedicionaria, que se transportó por mar y aire desde Cuba, llegó a la República Dominicana, cerca de Puerto Plata, con el propósito de derrocar al dictador Leónidas Trujillo. Ambos intentos fracasaron.
Hoy en día, sesenta años después, decenas de miles de elementos del personal de inteligencia y seguridad de Cuba, así como médicos e instructores de educación física se encuentran apostados en Venezuela, Nicaragua, El Salvador y Bolivia. Contribuyendo poderosamente a la supervivencia del régimen autoritario de Daniel Ortega en Managua y, especialmente, al régimen de Nicolás Maduro en Caracas. Sin esos cubanos, sospechan muchos expertos, Maduro sería derrocado por un golpe militar, una insurrección popular o ambos? Seguro que si. Exportar y consolidar la revolución ha sido una característica congénita del régimen de Castro durante más de medio siglo? Si. De eso vive Cuba.
La falta de visión y claridad de los comunistas contribuyó a su fracaso en muchos de los países no desarrollados. Ya en la década de los veinte, Víctor Raúl Haya de la Torre había descubierto la vaciedad de las fórmulas marxistas e intentaba superarlas, señalando que la explotación de los indios era el problema más grave de lo que él llamaba «indo-Iberoamérica», señalaba ¿Cómo se podía convocar a los obreros a que lucharan contra la burguesía en pueblos donde los obrero eran tenues minorías, la clase media casi no existía, el campesinado era mayoría y el factor racial constituía el problema básico? O sea que la farsa no es de ahora, viene arrastrando año tras año
Con tales antecedentes, podemos incluir a, Sendero Luminoso de Abimael Guzmán cuyo aferramiento a los dogmas marxistas o maoístas lo llevó a enfrentarse a campesinos que no aceptaban tales dogmas, podemos darle una ojeada a esos votos clasistas que parecen mostrar que aquellos que aún encuentran algo positivo en Fidel Castro pertenecen a la clase media, mientras que la mayoría de la clase baja y de la clase alta coinciden en su desdén hacia el dictador cubano.
Ese resultado es tan insólito como parece? No. Primero, clase media indica la ausencia de una firme convicción ideológica. Es decir, la clase media suele buscar y apoyar a los líderes o partidos que sean pragmáticos en sus programas. La burguesía tiende a ser el sector más educado del pueblo, pero esa educación no va acompañada por una economía que ofrezca oportunidades de trabajo, lo cual crea una creciente frustración en los sectores juveniles del país. De ahí el apoyar reformas radicales que, erróneas o no, parezcan garantizar posiciones y futuro.
Segundo, casi todos los políticos que en esta parte de América Latina culpan al imperialismo yanqui o a los inversionistas extranjeros de haber frenado el natural desarrollo de la economía nacional recibe un inicial apoyo de la clase media, que puede prolongarse si el panorama financiero mejora.
Sin pretender dogmatizar, tales antecedentes permiten presumir, sospechar, avizorar las razones del apoyo a Castro de la clase social. Usando una hipótesis, pudiera decirse que los hijos de la clase alta, con su porvenir asegurado por el poderío familiar, ni tienen inclinación a los radicalismos políticos ni su participación en los asuntos nacionales se transforma en un factor importante. La clase alta suele detestar la política y criticar a los «arruinadores» de los pueblos. Obviamente, Fidel Castro ha tiranizado y arruinado a Cuba sin lograr nada. El juicio negativo es obligatorio.
Tercero, las aspiraciones de la clase baja, de los pobres cubanos, se pueden concentrar en una palabra, «trabajo», «salario digno» y «equidad». Para ellos lo que está en riesgo es su vida y la de sus hijos, y van a apoyar a quien algún tipo de solución les ofrezca. Cuando ellos apoyan a líderes radicales, lo hacen con una innata cautela; demasiadas veces han sido engañados o abandonados. El problema del imperialismo norteamericano les suena remoto, mientras sus problemas están cerradamente cercanos y con el estómago vacío. A los cuarenta y dos años de dictadura, Fidel ha aplastado la zafra azucarera y, lección decisiva, dejado sin trabajo a miles de campesinos. Fidel es un fracaso. Fidel es un traidor. El comunismo es una farsa.