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La semana de representación

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La semana de representación en el Congreso tiene como objetivo superior que los señores congresistas, durante una semana al mes, viajen a los lugares que representan, cuya población les dio el voto que los llevó a ocupar una curul en el Congreso de la República. Esta actividad parlamentaria permite que los legisladores no se desconecten con la realidad de sus lugares de origen y que puedan atender las demandas de sus pobladores en materia de infraestructura, educación, salud y otras necesidades que ameriten ser canalizadas a través de sus representantes en el Congreso, evaluándose la posibilidad de proponer o plantear iniciativas legislativas en beneficio de la población.

Como podemos apreciar, esta actividad no es ni ociosa ni intrascendente; todo lo contrario, resulta de imperiosa necesidad, es útil, pertinente y está acorde con una democracia representativa.

Sin embargo, en los últimos días, a la luz de los escándalos destapados por el mal uso de la semana de la representación, desde la presidencia del Congreso de la República se ha propuesto la eliminación de dicha actividad parlamentaria, recortando de esta manera la posibilidad del parlamentario y del pueblo, de conocer y de plantear, respectivamente, las verdaderas necesidades de toda índole que merecen atención por parte del Poder Legislativo.

Ahora bien,  no compartimos el planteamiento de la presidencia del Congreso de eliminar la semana de representación, por cuanto la irresponsabilidad de los congresistas que hayan hecho mal uso de esta actividad parlamentaria, no significa que el objetivo superior esté equivocado, pues caso contrario, estaríamos bajo la lógica de que tendrían que desaparecer muchas facultades de funcionarios públicos e inclusive desaparecer a algunas instituciones del Estado, por el solo hecho que, quienes las representan, no lo hacen de manera legal o correcta.

Por lo tanto, considero que, si existe una mala práctica en el uso de las facultades durante la semana de representación y un mal uso del dinero asignado para este fin, los hechos nos estarían dictando que los mecanismos de control y fiscalización, de esta semana de representación, deben ser más exhaustivos. Es decir, se debe llevar a cabo un control sumamente pulcro de esta semana de representación y, sobre todo, medir objetivamente la producción legislativa de los parlamentarios, luego del uso de la semana de representación.

Comparto la opinión generalizada que, de manera permanente, el Congreso de la República nos ofrece situaciones por demás bochornosas; comparto que prácticamente han renunciado a su función legislativa por la función fiscalizadora, pero esta realidad no nos puede llevar a la conclusión de que el Congreso no sirve como institución o como poder del Estado, sino que por el contrario, nuestro congreso nacional necesita cambios urgentes, exigencias inmediatas, controles administrativos, control sobre el presupuesto y solo así no permitir el derroche y la fanfarria de los que ostentan un lugar en el parlamento nacional; en otras palabras, una vez más lo que necesita este poder del Estado es orden, factor que en todo orden de cosas no se encuentra presente en el aparato del Estado. Hasta la próxima semana.

 

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