Actualidad
JÓVENES Y COVID-19, ¿2020 Un Año Perdido Para la Juventud
Por: La Dra Cesia Pérez
La pandemia del Covid-19 sin duda ha golpeado a toda la población de Perú y del mundo, sus consecuencias son mortales, económicas y también sociales; por ello es importante analizar su impacto en un grupo etario de enorme trascendencia demográfica y productiva para el país como es la población joven.
Las estadísticas señalan que las naciones de América Latina, el Caribe y la nuestra no estuvieron nunca preparadas para una crisis de esta magnitud. Según la encuesta aplicada por UNICEF a 10,500 jóvenes, un tercio de los encuestados cree que no corre el riesgo de contraer dicha enfermedad y un 95% señaló que se necesitan acciones efectivas de los gobiernos para combatir el virus. Asimismo, el sondeo evidencia una falta de conocimiento en la mayoría de jóvenes sobre el riesgo de transmisión del Covid-19, y la ausencia de políticas para combatir la pandemia articulando una participación ciudadana responsable y efectiva.
El alto impacto de la pandemia en la juventud se evidencia, por ejemplo, en la interrupción de sus estudios, pérdida de empleo, ausencia de ingresos y de mayores dificultades para encontrar un puesto laboral. Según la Organización Internacional del Trabajo-OIT, manifiesta que más de uno de cada seis jóvenes encuestados ha dejado de trabajar desde que surgió la crisis del Covid-19. Por otro lado, cerca de la mitad de jóvenes alumnos han manifestado que probablemente concluirán sus estudios con retraso y el 10% prevé que no podrán terminarlos.
El Perú es uno de los países que viene sufriendo más los azotes del Covid-19, dejando rasgos marcados en su estructura social. Y es, en esta estructura, que las y los jóvenes en el Perú representan una población de 8 millones de personas, entiéndase joven según ley a las personas comprendidas entre los 15 y 29 años de edad. Hoy, si revisamos las estadísticas, en la población juvenil existen ya 179 fallecidos, si bien es cierto no es una cifra tan elevada como en otros grupos etarios, su riesgo va en aumento porque a la fecha no hay un control del virus en el país.
Sin embargo, a raíz de la pandemia se ha visto un desproporcional incremento de jóvenes desempleados. De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI), en promedio, siete de cada diez jóvenes menores de 24 años que trabajaban perdieron sus empleos durante los últimos tres meses. Incurriendo en elevar la pobreza y agravar la crisis económica. De igual manera, a inicios del mes de abril, más de 60 mil alumnos dejaron de estudiar, ahora la cifra se duplica, pues según la Asociación de Institutos Superiores Tecnológicos y Escuelas Superiores del Perú (Asiste Perú), entre el 60% y el 65% de los 487 institutos y escuelas a nivel nacional estarían cerrando durante los meses de agosto y septiembre del 2020. Ya en la actualidad los institutos y escuelas superiores tienen una morosidad que supera el 50%, pues 115 mil estudiantes no están pagando sus pensiones.
La pandemia ha abierto una gran incertidumbre para miles de jóvenes peruanos, y es el gobierno quien debe desarrollar acciones concretas que viabilicen alternativas para que el presente año no se configure en un año perdido para la juventud.
En tal sentido, es importante la continuidad académica de los jóvenes estudiantes, punto donde el gobierno debe ser más agresivo en aplicar un paquete de becas y créditos educativos sin trabas burocráticas y dirigido a una muestra representativa de jóvenes en estado de pobreza, extrema pobreza y vulnerabilidad económica; provenientes de universidades e institutos técnicos públicos y privados, para que puedan solventar los gastos de matrícula y mensualidades. Es importante implementar con los gobiernos regionales y gobiernos locales la conformación de los Núcleos Ejecutores Juveniles (NEJ), una propuesta de rápido impacto, además de ser un modelo de organización social validado por FONCODES, el cual puede ser liderado con efectividad por el Ministerio Desarrollo e Inclusión Social. Los NEJ van a generar mano de obra temporal calificada y no calificada en la edificación de pequeñas obras de impacto social popular y de tipología juvenil (lozas deportivas, postas de salud, aulas, mini gimnasios, parques, veredas, etc.). De igual manera la educación para el trabajo es fundamental, en especial en formación digital. El programa de jóvenes emprendedores del Ministerio de Trabajo puede capacitar en programación, ya que en la actualidad todos los rubros económicos desarrollan sus actividades de manera digitalizada. Finalmente, el Ministerio de Salud debe poner en marcha un programa de consejería y terapia mental diferenciada para adolescentes y jóvenes en centros de salud y hospitales, así como vía telemedicina, para tratar de manera rápida el grado de estrés, ansiedad y depresión que la pandemia ha generado en la juventud.
La fuerza creadora y transformadora de los jóvenes no debe quedarse en la inercia, se necesita que el Estado provea una cobertura de servicios y, además, genere las condiciones para que pueda hacerse realidad sus iniciativas de emprendimiento y participación como socios estratégicos del desarrollo nacional. A pesar de las horas difíciles que vivimos por el Covid-19, se necesita promover una gran alianza de voluntades públicas, privadas y de la sociedad organizada, para que la actual generación de jóvenes no sea una generación perdida sino la generación de la reconstrucción de un nuevo país post pandemia. Por ello urge tener jóvenes a la obra y a la acción.